This is my last song
Rafael Rodríguez Presidente Seminarium Penrhyn International
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Rafael Rodríguez
Después de ocho años como columnista regular de este gran diario, esta es mi última columna mensual. Desde ahora en adelante podré escribir esporádicamente, pero la rutina mensual se termina hoy.
En estos años he tenido una gran libertad para escribir de diversos temas. En los comienzos, sin seguir inicialmente una columna vertebral muy diferente a la de los temas con los que habitualmente estoy relacionado por mi trabajo, pero con el tiempo fue mutando hacia una preocupación por la defensa de valores que estimo fundamentales y veo amenazados por la evolución política y económica.
Entre los primeros, los crecientes signos de intolerancia en las relaciones entre grupos de personas que sostienen posiciones antagónicas. La creciente agresividad de estudiantes en protesta, trabajadores en conflicto sindical o agrupaciones políticas en defensa de sus planteamientos; partidarios de derechos de todo tipo que tiran piedras o rayan muros, atacan a Carabineros en la calle o en el campo. También el aparente asesinato del comunero mapuche, como otros abusos de la autoridad policial, se inscribe en esta misma línea: hacen daño a la convivencia democrática y civil. Se socavan las bases del entendimiento y armonía de la sociedad necesarias para avanzar más rápido y en paz.
Por otra parte, en materia económica, un tema de preocupación de mis columnas ha sido el detrimento en la calidad de atención a los clientes por parte de muchas empresas, que además de los justos reclamos sin una respuesta adecuada —y que se repiten más veces de las que sería entendible— está llevando poco a poco a socavar la base de credibilidad de la economía de mercado, puesto que hacen pensar que dichas políticas mejoran las condiciones de vida para los dueños de las empresas en detrimento de los consumidores. Esto es caldo de cultivo para el apoyo de promesas populistas que lo único que logran es disminuir el crecimiento y las posibilidades de aumento de empleo y salarios.
Creo firmemente que quienes hemos tenido la fortuna de entender cómo funcionan la economía y el mundo de los negocios no debemos soslayar el comportamiento ético. Es cierto que cuesta más plata, que puede significar un punto o dos de las utilidades, que a lo mejor el bono a fin de año no va a ser tan bueno, todo esto en el corto plazo. Pero en el largo plazo estamos comprometiendo, seguramente sin darnos cuenta, el mismo modelo que permitió a las empresas alcanzar la ventajosa posición que tienen en el presente.
Quienes trabajamos en ese mundo tenemos la obligación moral de defender los grandes avances y las reformas económicas que con tanto esfuerzo y muchas veces dolor, hemos logrado alcanzar. Si de alguna forma, en alguna ínfima medida, mis opiniones hubiesen ayudado a calmar algún ánimo o a revisar alguna controversial política comercial, ceo que estos años de columnista habrían sido un éxito. En caso contrario, voy a seguir tratando, ahora por otros medios.
Muchas gracias a Diario Financiero por darme esta generosa acogida durante todos estos años.